miércoles, 31 de agosto de 2011

XXI

XXI

En tu silencio alma caritativa,
Abres tu confianza al desvalido,
Que vierte sus penas como copas de vino,
En ese estanque de serenidad
Que ostentas con la calma apacible
Samaritana, que en tu persona se yergue.

En tus horas de interludio
Al anochecer tus alas extiendes,
Para luego en el sable de la tristeza
Cubrirte con su templaza,
Y recordarte el divino privilegio
De nacer arcángel…

Sí, mujer bendecida en la divinitud
De la bondad y la entrega,
De un ser excepcional,
Eres carne de los cielos
Con ojos cálidos,
Que ocultan la tristeza
De no hallar una igual
Que te valore más allá de la presencia,
Que abra las puertas de tu corazón,
Que escuche el palpitar silencioso
Que ocultas al desvalido,
A la espera de un amor que le devuelva
El latido dorado.

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