jueves, 25 de agosto de 2011

LXIV

LXIV

No hay piedad en su mirada,
No hay calor en su piel,
Es helada su aura
Y mi temor es mayor
Que mi ser.

El odio hizo cobijo
De su alma mortificada,
Las palabras miel del rencor
Causó estragos en las filas
Del amor,
Ya la soledad es dueña
De ése rincón de su vida,
Austera y ausente
Al resto del mundo.

Tristeza en sus labios,
Pereza en su mirada,
Rencor en su corazón,
Desvalida testarudez
Que te trajo al páramo,
Al servicio del maleficio
A la ausencia del sentido,
Ya sin sentir nada divino…


No hay comentarios:

Publicar un comentario